viernes, 28 de marzo de 2025

DE LA MENTIRA AL ESPECTÁCULO

 



Érase una vez un presidente que tenía como objetivo difundir su visión del mundo a nivel global.

Para lograrlo, utilizaba tácticas de distracción y espectáculo a través de una gran estrategia de comunicación. Combinaba desde afirmaciones veraces hasta medias verdades e incluso declaraciones falsas. Este enfoque recuerda, en cierta medida, a las técnicas de propaganda empleadas por un régimen de "hombres de mirada fría y largas chaquetas de cuero", quienes utilizaron la manipulación de la información como clave para promulgar sus objetivos.

Un paralelismo similar puede observarse en la forma en que este narcisista personaje consolidaba sus políticas a nivel nacional: buscaba desvincularse por completo de las políticas "menos conservadoras" de sus predecesores, al mismo tiempo que ignoraba al resto de países y mandatarios mundiales.

Su enfoque se basaba en transformar todo en un espectáculo: desde mítines multitudinarios hasta la firma pública de documentos en estadios, donde el público vibraba y se exaltaba, idolatrándole con fervor.

Al igual que los "caballeros de chaquetas largas" en su construcción de un imaginario colectivo, este gobernante tendía a ridiculizar y menospreciar aquello que consideraba inferior, identificando enemigos y objetivos sociales que contradecían su visión.

Para ello, declaró "ilegales" políticas y programas relacionados con la diversidad, la equidad y la inclusión en su país, lo que afectó también a las compañías extranjeras que operaban en su territorio y, en última instancia, tuvo repercusiones a nivel global.

Empleó la propaganda utilizando eslóganes certeros para fomentar la intolerancia y el rechazo, especialmente hacia personas transgénero y migrantes, mientras se presentaba como un defensor de los valores tradicionales de la familia frente a lo que consideraba una perversión.

Los "hombres de mirada fría" lograron infiltrar su ideología en todos los ámbitos culturales, como el cine, el teatro, la literatura, la música, la arquitectura y la pintura.

En el caso de este nuevo mandatario, ese esfuerzo no fue necesario, ya que el capitalismo y el consumo ya habían influido profundamente en estos espacios.

En su lugar, contó con una herramienta más moderna y efectiva: las redes sociales, con el apoyo de la oligarquía tecnológica de su país.

Ante tal embestida, las personas que querían un mundo diverso, equitativo e inclusivo no tenían una tarea fácil. Por ello, muchas de ellas se dedicaron a reunirse de nuevo, a recuperar los barrios, a hacerse escuchar en las calles y a generar emociones que les permitieran disfrutar de la compleja tarea de volver a dar luz al mundo.

 

JC VV / El internacionalista convencido


sábado, 22 de marzo de 2025

ARMAS PARA ISRAEL



 Entre enero de 2023 y julio de 2024, España exportó a Israel armamento por valor de 50 millones de euros.    El gobierno asegura que el material "no era letal", pero la realidad es que todo material militar acaba siendo letal. 

  En Gaza no hay una guerra; hay un cruel genocidio en el que todos, de una forma u otra, somos cómplices. 

  Vender armas a un ejército y gobierno genocida es legitimar el crimen y convertirse en su cómplice. 

  El Libro Blanco sobre el Rearme Europeo advierte que "la historia no nos perdonará si no actuamos". 

  Me pregunto: ¿por qué no se aplica esto con el pueblo palestino?.

  Ahora que ha llegado la primavera, ¿cuánto mejor sería escuchar la melodía de Vivaldi que el ruido cruel de las guerras?.

Sal de casa  para decir   alto y claro: "No a las guerras, no a la industria armamentística, sí a la educación, la salud y la cultura".

  Nos vemos en la propuesta y en la protesta. 

Gerrarik ez/ No a las guerras / No to wars / Non aux guerres / No alla guerra / Não às guerras / Nein zum Krieg / لا للحروب / לא למלחמות / Нет войне / 不要战争 / 戦争反対 / Savaşa hayır / Όχι στον πόλεμο / युद्ध को ना / Nej till krig / Nee tegen oorlog

 

 JCVV / El internacionalista convencido


jueves, 20 de marzo de 2025

LA MALETA DE CARTÓN

 

"La maleta de cartón"

Sería curioso volver a tomar la maleta de cartón de nuestros abuelos y abuelas y emigrar de nuevo.

La mayoría de los emigrantes europeos que partieron hacia el Nuevo Mundo procedían principalmente de Italia, Alemania, Irlanda, España, Polonia y Portugal, así como de Francia, Hungría, Países Bajos, Austria, Suecia, Dinamarca, Grecia, Lituania y la separada Gran Bretaña. Fueron millones de personas las que dejaron atrás el viejo continente.

Desde 1492, Europa ha "regado" el mundo con migrantes; no hay continente sin lápidas con apellidos europeos.

Recientemente, la Comisión Europea propuso un nuevo plan de migración comunitario que contempla, entre otras medidas, la posibilidad de que los Estados miembros de la Unión Europea envíen a “centros de retorno”, un nombre demasiado suave para lo que, en realidad, serán centros de privación de libertad y derechos para las personas inmigrantes que hayan recibido una orden de devolución.

Así es como Europa recibe el 60.º aniversario de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial.

Seis décadas después, el racismo sigue siendo una realidad dolorosa y persistente en las sociedades occidentales. Algunos políticos y medios de comunicación continúan asociando la palabra "migración" con "seguridad", mientras que en las redes sociales, el algoritmo NRx sigue amplificando mensajes racistas, misóginos, homófobos y negacionistas.

Las fechas solo son números, pero este aniversario podría servir para reflexionar.

Cierro los ojos e imagino a cualquier ciudadano o ciudadana europea que, por algún motivo, se vea obligado a partir en busca de una vida mejor. Una partida forzada por el cambio climático, un grave accidente nuclear, una crisis económica devastadora o una guerra. Y me pregunto: ¿cómo nos recibirían, a nosotros y a nuestras familias, los países del Sur Global?

Abro los ojos y me hago otra pregunta: ¿qué estoy haciendo yo para combatir el racismo?

JVV/ El internacionalista convencido

martes, 18 de marzo de 2025

MIENTRAS ESCRIBO ESTAS PALABRAS POR PALESTINA

 

Mientras escribo estas palabras, el fuego de Israel cae sobre Gaza, sobre sus habitantes, y quién sabe cuántas bombas más estarán cayendo en otros lugares del mundo.

Las armas siembran muerte, sufrimiento y destrucción. Generan odio, un odio que alimenta nuevas guerras, perpetuando esta espiral de sufrimiento y muerte.

Hay quien piense que invertir en armas es algo defensivo, incluso que las fábricas de armas pueden ayudar a recuperarse a las industrias que se han quedado obsoletas, que crean empleo. Hay incluso quien ve en la destrucción una buena oportunidad de negocio para la reconstrucción. Pero, ¿realmente esto es cierto? Y aunque lo fuera, ¿realmente merece la pena educar así a nuestras hijas e hijos?

¿De qué sirven tantas herramientas de comunicación? ¿De qué sirven estas palabras que escribo si ya no quedan pájaros que canten en Palestina?

JCVV / El internacionalista convencido

viernes, 14 de marzo de 2025

CINCO AÑOS DEL CONFINAMIENTO

 "


Han pasado ya cinco años desde el confinamiento provocado por la COVID-19. Nadie sabía cómo frenar la expansión del virus, y palabras como "COVID", "virus" y "pandemia" quedaron grabadas a fuego en nuestras mentes, formando una tríada de miedo, aislamiento y muerte. Fue lo más impactante que he vivido: las personas mayores se quedaron solas, mucha gente murió, otras nunca volvieron a ser las mismas, y un miedo colectivo a nivel mundial paralizó la actividad humana durante un tiempo.
La naturaleza, por fin, tuvo un respiro. Aunque fuera temporal, se liberó de la frenética y consumista actividad humana. Los gases de efecto invernadero se desplomaron, las armas callaron, las industrias se detuvieron y la movilidad se redujo al mínimo. Incluso los animales salvajes se aventuraron a pasear por las ciudades.
Sin embargo, este respiro para el planeta fue efímero. Las ansias de recuperar el consumo tras el confinamiento dispararon de nuevo la producción. Más tarde, el miedo al contagio aumentó el uso del vehículo privado frente al transporte público, entre otros efectos. En 2024, las emisiones globales de CO₂ provenientes de combustibles fósiles alcanzaron aproximadamente 37.400 millones de toneladas, superando las cifras prepandémicas. Qué triste no haber aprovechado este respiro más limpio para impulsar cambios estructurales hacia una economía más verde. ¿En qué estarían pensando nuestros dirigentes?
Recuerdo el canto de los pájaros, un sonido que resaltaba en medio de tanta incertidumbre. Era imposible no pensar en la película de Hitchcock. También recuerdo las colas en los supermercados, con personas separadas y en silencio, solo para descubrir que, como por arte de magia, productos básicos como el papel higiénico habían desaparecido por el acaparamiento egoísta de algunas personas.
Fue un momento en el que el capitalismo y el comercio, esos gigantes que parecen invencibles, se vieron asustados. Un capitalismo depredador, que vive del trabajo de las personas, vio a sus "peones" recluidos en casa. El comercio, que depende de la movilidad, también se paralizó.
Muchos se dieron cuenta de la importancia de la soberanía alimentaria, especialmente al ver estanterías vacías.
También quedó claro el valor de los cuidados, un trabajo que recae desproporcionadamente sobre las mujeres, quienes no solo cuidaban en sus hogares a los más pequeños y a las personas mayores, sino que también representaban la mayoría en el sector sanitario, exponiéndose al virus. En España, el personal sanitario se vio significativamente afectado: al 7 de mayo de 2020, el 76,2% del personal sanitario contagiado eran mujeres, mientras que el 23,8% eran hombres.
Millones de personas murieron, y cada día los informativos mostraban cómo el contagio se extendía. El miedo se apoderó de todas las personas. Recuerdo cuando el reloj marcaba las ocho de la tarde, cuando la gente salía a los balcones a aplaudir al personal sanitario. Era un recordatorio de la importancia de una sanidad universal, algo que, por desgracia, parece que ya hemos olvidado.
Recuerdo la soledad, los cabellos sin teñir y los cortes de pelo improvisados. Todo el mundo se puso a cocinar, buscando algo que nos hiciera olvidar que, tal vez, el futuro ya no era seguro. También aumentaron en internet los bulos y las teorías sin fundamento, que se propagaban tan rápido como el propio virus.
Tras tres meses y ocho días de encierro, sentíamos una mezcla de ansiedad por salir y miedo al contagio. La casa se había convertido en un útero que nos protegía, al menos para quienes tenían un hogar. Al salir, mucha gente se lanzó a comprar ropa de deporte, mientras que algunas niñas, niños y adultos mayores no querían volver a la calle. Un año después, aumentaron los divorcios y la violencia de género también se incrementó de manera grave. Entre el 14 de marzo y el 15 de mayo de 2020, se realizaron 16.518 llamadas al servicio de atención 016, lo que representó un aumento del 44% en comparación con el mismo periodo de 2019. Las consultas por correo electrónico aumentaron un 460%, pasando de 90 en 2019 a 504 en 2020. El servicio de atención psicológica a través de WhatsApp, implementado el 21 de marzo de 2020, recibió 1.678 consultas hasta el 15 de mayo del mismo año. Hay que destacar que la policía especializada en el Estado español detuvo a 8.790 personas y tramitó 8.412 denuncias relacionadas con violencia de género durante los poco más de tres meses que duró el estado de alarma.
También quedó clara la brecha entre países enriquecidos y empobrecidos. Los primeros acapararon vacunas gracias a su poder tecnológico y económico. La producción de las principales vacunas contra el coronavirus se concentra actualmente en 35 países, la mayoría en el Norte global. Es destacable el caso cubano, que, pese a sus dificultades económicas, fue el único país de América Latina que diseñó y fabricó vacunas propias con altos niveles de efectividad. No solo las aplicó a su población, sino que también las exportó a varios países como Venezuela, Irán, México, Vietnam y Nicaragua.
Han pasado cinco años, y aunque la COVID-19 pudo habernos dado una lección de solidaridad y empatía, no fue así. Hoy vivimos en un mundo, si cabe, más individualista, donde pensamos más en la guerra entre personas que en la lucha contra el cambio climático, donde actuamos más para destruir que para sanar.
Con la COVID desaparecieron también los abrazos, las miradas a los ojos y las protestas multitudinarias en las calles. Tal vez esta nueva pandemia antidemocrática, bélica y prepotente nos haga despertar.

Sal a la calle, "contagia" las ganas de transformar el mundo a tu familia, vecinos, amistades y todo el que se te ponga por delante, y no dejes de darles muchos abrazos.

JCVV / El internacionalista convencido

martes, 11 de marzo de 2025

NO HEMOS APRENDIDO NADA

 

 "No hemos aprendido nada."

 Dos guerras mundiales, en las que murieron entre 85 y 105 millones de personas, no solo se cobraron vidas, sino que dejaron a millones de personas lisiadas y a mujeres y niñas violadas. Eso son las guerras: muerte y cicatrices físicas y psicológicas que perduran por generaciones.

Hoy, en el mundo, hay alrededor de 56 conflictos armados y, en lugar de invertir en diplomacia, diálogo y reparación, el mundo sigue rearmándose.

¿Cuándo entenderemos que la guerra no se gana con armas, sino con inteligencia? No se gana con odio, sino con cordura.

Europa planea invertir 800.000 millones en la industria militar. A mediano plazo, esto podría ayudar a solventar los problemas generados por Estados Unidos en el mercado internacional y permitiría recuperar una industria y tecnología que se están quedando obsoletas. Pero no olvidemos que las carreras armamentísticas siempre se pagan con dinero público.

Pero, además, ¿qué pasa después? Una vez fabricadas las armas, ¿no habrá que generar guerras para justificar su rentabilidad? ¿Irán a la guerra quienes se enriquecen con ellas? ¿Irán sus hijas o hijos?.

En los conflictos modernos, las personas comunes son las más perjudicadas, ya que misiles y drones se utilizan cada vez más en poblaciones urbanas. ¿Qué piensan los familiares de las más de 48.500 personas asesinadas en Gaza, Palestina, o los miles de muertos en Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria? ¿Qué sienten los soldados que tiritan de miedo en las trincheras, lejos de ser héroes, víctimas de un sistema que los usa como peones en un terrible juego? ¿Qué piensan quienes mueren de hambre, quienes sufren bloqueos económicos, quienes son condenados al exilio eterno?.

¿Quién gana con todo esto? ¿Quién tiene interés en que normalicemos esta locura bélica?.

Toda esta demencia transforma nuestra mirada hacia los demás y distorsiona nuestras prioridades más humanas y ecológicas. ¿Quién se beneficia de la reconversión de la industria europea en una industria de guerra? ¿Vendrán del Sur Global las materias primas para fabricar tanques, misiles y minas antipersona...? ¿Y luego les venderemos armas para rentabilizar el negocio?.

¿Nos llevarán estas ansias a un mundo aún más nuclearizado? No olvidemos Hiroshima y Nagasaki, reducidas a cenizas en segundos. Más de 200.000 personas murieron en el acto, y la cifra siguió aumentando por las consecuencias de la radiación. Lo más grave es que hoy existen unas 12.000 armas nucleares repartidas entre 9 países, con EE.UU. y Rusia concentrando casi el 90%.

Sueño con despertar un día y escuchar a nuestros líderes anunciar que esos 800.000 millones se invertirán en cultura, educación, alimentos y salud mundial, en valores que eviten las guerras. Puestos a soñar, imagino un mundo donde el dinero se destine a crear espacios de diálogo, igualdad e inclusión. A gastar en ciencia para sanar nuestro planeta, que tanta falta hace, y en limpiar nuestras mentes de tanta avidez y odio.

Hubo una época no muy lejana en la que se popularizó la frase "Haz el amor y no la guerra". Lo segundo no se nos ha olvidado; lo primero, tal vez, necesite un esfuerzo para recordarlo. Solo así, quizás, podamos sanar y dar alegría no solo a nuestros cuerpos, sino también purificar nuestras mentes. Tal vez así logremos un futuro donde la inteligencia y los valores humanos sean más fuertes que la guerra.

"Rompe este silencio de los corderos y grita bien alto: '¡No a la guerra, no a la industria armamentística!' Señores de la guerra, ¡con nosotros no contéis!"

Porque somos muchas las personas que creemos en los valores humanos, en la justicia y en la paz. Somos muchas quienes pensamos que todas las personas merecen condiciones dignas para vivir. Somos muchas las que confiamos en la cooperación y el diálogo en lugar de la confrontación.

Como señala Erica Chenoweth, experta en ciencias políticas de la Universidad de Harvard, basta con que el 3,5% de la población participe activamente en la protesta para asegurar un cambio político significativo. No dejemos que el algoritmo NRx, con sus mensajes racistas, misóginos, homófobos, negacionistas y bélicos, decida por nosotras y nosotros. Tampoco permitamos que nos arrebaten el deseo de cambiar el mundo.

"Súmate a todo lo que se mueva por los valores humanos y el Bien Común Global."

 

 JCVV / El Internacionalista convencido 


sábado, 8 de marzo de 2025

MEMORIA Y REBELDÍA EN EL 8 DE MARZO

 Memoria y rebeldía en el 8 de marzo

Quizás, en algún momento de la prehistoria, una mujer pintando en las paredes de una caverna ya cuestionaba el rol que su comunidad le había impuesto. O quizás no. Tal vez aquellas formas de vida antiguas eran más respetuosas que las actuales. Lo que sí sabemos es que, a lo largo de la historia, las mujeres han alzado sus voces y sus cuerpos para desafiar las estructuras que las oprimían.

En el mundo occidental, los documentos nos dicen que el feminismo no se genera hasta finales del siglo XVIII. Pero lo que no está escrito también cuenta: la lucha, la piel y la rebeldía de muchas mujeres a lo largo de la historia en todo el planeta. Mujeres como Virginia Woolf (1882-1941), que con sus obras reclamó un espacio para las mujeres en la literatura y en la vida pública; Malak Hifni Nasif (1886-1918), una pionera del feminismo en Egipto que abogó por la educación de las mujeres y su participación en la sociedad; o Clara Campoamor (1888-1972), una incansable sufragista española que luchó por el derecho al voto femenino.

En Nigeria, Funmilayo Ransome-Kuti (1900-1978) combatió el colonialismo y la opresión de género, liderando movimientos de mujeres que exigían justicia y derechos. En China, Ding Ling (1904-1986) desafió las normas sociales y políticas a través de su literatura, convirtiéndose en una voz incómoda para el régimen.

 Mientras tanto, en Estados Unidos, Rosa Parks (1913-2005) se convirtió en un símbolo de la lucha contra la segregación racial al negarse a ceder su asiento en un autobús, un acto de rebeldía que resonó en todo el mundo.

En el ámbito intelectual, Simone de Beauvoir (1908-1986) revolucionó el pensamiento feminista con su obra "El segundo sexo", cuestionando la construcción social de la feminidad. En Egipto, Nawal El Saadawi (1931-2021) desafió tabúes culturales y religiosos al hablar abiertamente sobre la opresión de las mujeres en el mundo árabe. En Australia, Ruby Violet Payne-Scott (1912-1981), una de las primeras radiofísicas del mundo, luchó por el reconocimiento de las mujeres en la ciencia, un campo tradicionalmente dominado por hombres. Y en Honduras, Berta Cáceres (1971-2016), defensora de los derechos indígenas y ambientales, perdió la vida por proteger los recursos naturales de su tierra.

Treinta años después de la Cumbre de Beijing, es necesario reconocer que estas luchadoras, y muchas más, han recorrido un camino de sangre, sudor y lágrimas. Y aún quedan muchas brechas de género por cerrar: en los cuidados, en el acceso a la financiación, en la brutal mutilación genital femenina, en la imposibilidad de acceder a la educación, en el hambre, en la pobreza, en las guerras y en tantos aspectos culturales que siguen limitando los derechos de las mujeres. Millones de mujeres y niñas a quienes les arrebatan sus derechos y oportunidades desde el momento en que nacen.

Y por supuesto, está la violencia de género. Según la ONU y la OMS, la violencia contra las mujeres sigue siendo una pandemia global. Se estima que 1 de cada 3 mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida. Y eso sin contar a todas aquellas que no denuncian por miedo o falta de apoyo.

¿Cuántas mujeres en el mundo sentirán miedo de volver a su casa esta noche? Pero también, ¿cuántas mujeres se han visto inspiradas por las acciones de Saadawi, Ling, Woolf, Nasif, Cáceres, Parks y tantas otras? En estos tiempos bélicos que corren, que sin duda afectarán a millones de mujeres, harán falta muchos gestos de amor, empatía, pero también de movilización y rebeldía.

Nos vemos en el rebelde 8 de marzo.

 

JCVV/ El Internacionalista convencido

jueves, 6 de marzo de 2025

¿DÓNDE ESTAREMOS LOS HOMBRES EL 8 DE MARZO?

Las feministas llevan más de 100 años celebrando el 8 de marzo para denunciar la falta de igualdad entre hombres y mujeres y reivindicar los logros conquistados por las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Esta fecha conmemora una larga y tortuosa historia de luchas y sacrificios para alcanzar derechos que, hoy, tal y como están las cosas, debemos visibilizar, valorar y defender.

Recientemente vi una película ambientada en el siglo XIX, que me hizo reflexionar profundamente. La historia mostraba cómo, en la mayoría de las culturas, a los hombres se nos educa en la competencia y en la contención emocional, mientras que a las mujeres se las invita a ser empáticas, alegres y cariñosas. En la película, los hombres luchaban por resolver sus problemas de manera individual, mientras que la protagonista se dedicaba con ahínco a reivindicar sus derechos. 


La trama se desarrollaba en una Francia del siglo XIX, donde aún reinaban los duelos entre “caballeros”, costumbre que continuó hasta la Segunda Guerra Mundial. 

Una Francia donde se prohibía a las mujeres usar pantalones a menos que tuvieran un permiso especial. Aunque esta ley estaba en desuso, no fue oficialmente derogada hasta enero de 2013. Sí, no es un error, hace exactamente doce años.

Podríamos seguir con un sinfín de cifras impactantes que nos pondrían los pelos de punta: los feminicidios, los cuidados no remunerados que recaen mayoritariamente sobre las mujeres, la brecha salarial, la falta de representación en puestos de liderazgo, o el impacto desproporcionado que las guerras tienen sobre mujeres y niñas. Pero estos números los puedes buscar fácilmente en internet.

En cambio, prefiero hablar de algo que nos compete directamente a nosotros, los hombres: nuestro compromiso. ¿Qué podemos hacer si nos implicamos de verdad en alcanzar la igualdad de género? La vida es dar y recibir, y no podemos negar que hemos recibido mucho de muchísimas mujeres. La igualdad de género no es solo un tema de justicia, sino también una necesidad urgente para poder alcanzar un Desarrollo Sostenible y el Bien Común Global.

Si creemos en la transformación social, deberíamos meternos en la piel de las mujeres y enfrentarnos a la discriminación y los estereotipos a los que se enfrentan ellas. Si queremos cambiar las cosas, debemos ser profeministas. El 8 de marzo no se trata de ser protagonistas, sino de ser aliados activos, escuchar, aprender y actuar. Porque la equidad de género, reivindicar los derechos de las mujeres y enfrentarnos a la violencia machista, es también nuestra tarea.

Nos vemos en la calle el 8 de marzo. 💜



JCVV / El Internacionalista convencido 

Trumpismo: cuando el imperio contraataca

    El trumpismo: la nueva revolución del capital Cuando el material ardiente del magma presiona hacia arriba, las placas tectónicas se desp...