Érase una vez un presidente que tenía como objetivo difundir
su visión del mundo a nivel global.
Para lograrlo, utilizaba tácticas de distracción y
espectáculo a través de una gran estrategia de comunicación. Combinaba desde
afirmaciones veraces hasta medias verdades e incluso declaraciones falsas. Este
enfoque recuerda, en cierta medida, a las técnicas de propaganda empleadas por
un régimen de "hombres de mirada fría y largas chaquetas de cuero",
quienes utilizaron la manipulación de la información como clave para promulgar
sus objetivos.
Un paralelismo similar puede observarse en la forma en que
este narcisista personaje consolidaba sus políticas a nivel nacional: buscaba
desvincularse por completo de las políticas "menos conservadoras" de
sus predecesores, al mismo tiempo que ignoraba al resto de países y mandatarios
mundiales.
Su enfoque se basaba en transformar todo en un espectáculo:
desde mítines multitudinarios hasta la firma pública de documentos en estadios,
donde el público vibraba y se exaltaba, idolatrándole con fervor.
Al igual que los "caballeros de chaquetas largas"
en su construcción de un imaginario colectivo, este gobernante tendía a
ridiculizar y menospreciar aquello que consideraba inferior, identificando
enemigos y objetivos sociales que contradecían su visión.
Para ello, declaró "ilegales" políticas y
programas relacionados con la diversidad, la equidad y la inclusión en su país,
lo que afectó también a las compañías extranjeras que operaban en su territorio
y, en última instancia, tuvo repercusiones a nivel global.
Empleó la propaganda utilizando eslóganes certeros para
fomentar la intolerancia y el rechazo, especialmente hacia personas transgénero
y migrantes, mientras se presentaba como un defensor de los valores
tradicionales de la familia frente a lo que consideraba una perversión.
Los "hombres de mirada fría" lograron infiltrar su
ideología en todos los ámbitos culturales, como el cine, el teatro, la
literatura, la música, la arquitectura y la pintura.
En el caso de este nuevo mandatario, ese esfuerzo no fue
necesario, ya que el capitalismo y el consumo ya habían influido profundamente
en estos espacios.
En su lugar, contó con una herramienta más moderna y
efectiva: las redes sociales, con el apoyo de la oligarquía tecnológica de su
país.
Ante tal embestida, las personas que querían un mundo
diverso, equitativo e inclusivo no tenían una tarea fácil. Por ello, muchas de
ellas se dedicaron a reunirse de nuevo, a recuperar los barrios, a hacerse
escuchar en las calles y a generar emociones que les permitieran disfrutar de
la compleja tarea de volver a dar luz al mundo.
JC VV / El internacionalista convencido







