viernes, 14 de marzo de 2025

CINCO AÑOS DEL CONFINAMIENTO

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Han pasado ya cinco años desde el confinamiento provocado por la COVID-19. Nadie sabía cómo frenar la expansión del virus, y palabras como "COVID", "virus" y "pandemia" quedaron grabadas a fuego en nuestras mentes, formando una tríada de miedo, aislamiento y muerte. Fue lo más impactante que he vivido: las personas mayores se quedaron solas, mucha gente murió, otras nunca volvieron a ser las mismas, y un miedo colectivo a nivel mundial paralizó la actividad humana durante un tiempo.
La naturaleza, por fin, tuvo un respiro. Aunque fuera temporal, se liberó de la frenética y consumista actividad humana. Los gases de efecto invernadero se desplomaron, las armas callaron, las industrias se detuvieron y la movilidad se redujo al mínimo. Incluso los animales salvajes se aventuraron a pasear por las ciudades.
Sin embargo, este respiro para el planeta fue efímero. Las ansias de recuperar el consumo tras el confinamiento dispararon de nuevo la producción. Más tarde, el miedo al contagio aumentó el uso del vehículo privado frente al transporte público, entre otros efectos. En 2024, las emisiones globales de CO₂ provenientes de combustibles fósiles alcanzaron aproximadamente 37.400 millones de toneladas, superando las cifras prepandémicas. Qué triste no haber aprovechado este respiro más limpio para impulsar cambios estructurales hacia una economía más verde. ¿En qué estarían pensando nuestros dirigentes?
Recuerdo el canto de los pájaros, un sonido que resaltaba en medio de tanta incertidumbre. Era imposible no pensar en la película de Hitchcock. También recuerdo las colas en los supermercados, con personas separadas y en silencio, solo para descubrir que, como por arte de magia, productos básicos como el papel higiénico habían desaparecido por el acaparamiento egoísta de algunas personas.
Fue un momento en el que el capitalismo y el comercio, esos gigantes que parecen invencibles, se vieron asustados. Un capitalismo depredador, que vive del trabajo de las personas, vio a sus "peones" recluidos en casa. El comercio, que depende de la movilidad, también se paralizó.
Muchos se dieron cuenta de la importancia de la soberanía alimentaria, especialmente al ver estanterías vacías.
También quedó claro el valor de los cuidados, un trabajo que recae desproporcionadamente sobre las mujeres, quienes no solo cuidaban en sus hogares a los más pequeños y a las personas mayores, sino que también representaban la mayoría en el sector sanitario, exponiéndose al virus. En España, el personal sanitario se vio significativamente afectado: al 7 de mayo de 2020, el 76,2% del personal sanitario contagiado eran mujeres, mientras que el 23,8% eran hombres.
Millones de personas murieron, y cada día los informativos mostraban cómo el contagio se extendía. El miedo se apoderó de todas las personas. Recuerdo cuando el reloj marcaba las ocho de la tarde, cuando la gente salía a los balcones a aplaudir al personal sanitario. Era un recordatorio de la importancia de una sanidad universal, algo que, por desgracia, parece que ya hemos olvidado.
Recuerdo la soledad, los cabellos sin teñir y los cortes de pelo improvisados. Todo el mundo se puso a cocinar, buscando algo que nos hiciera olvidar que, tal vez, el futuro ya no era seguro. También aumentaron en internet los bulos y las teorías sin fundamento, que se propagaban tan rápido como el propio virus.
Tras tres meses y ocho días de encierro, sentíamos una mezcla de ansiedad por salir y miedo al contagio. La casa se había convertido en un útero que nos protegía, al menos para quienes tenían un hogar. Al salir, mucha gente se lanzó a comprar ropa de deporte, mientras que algunas niñas, niños y adultos mayores no querían volver a la calle. Un año después, aumentaron los divorcios y la violencia de género también se incrementó de manera grave. Entre el 14 de marzo y el 15 de mayo de 2020, se realizaron 16.518 llamadas al servicio de atención 016, lo que representó un aumento del 44% en comparación con el mismo periodo de 2019. Las consultas por correo electrónico aumentaron un 460%, pasando de 90 en 2019 a 504 en 2020. El servicio de atención psicológica a través de WhatsApp, implementado el 21 de marzo de 2020, recibió 1.678 consultas hasta el 15 de mayo del mismo año. Hay que destacar que la policía especializada en el Estado español detuvo a 8.790 personas y tramitó 8.412 denuncias relacionadas con violencia de género durante los poco más de tres meses que duró el estado de alarma.
También quedó clara la brecha entre países enriquecidos y empobrecidos. Los primeros acapararon vacunas gracias a su poder tecnológico y económico. La producción de las principales vacunas contra el coronavirus se concentra actualmente en 35 países, la mayoría en el Norte global. Es destacable el caso cubano, que, pese a sus dificultades económicas, fue el único país de América Latina que diseñó y fabricó vacunas propias con altos niveles de efectividad. No solo las aplicó a su población, sino que también las exportó a varios países como Venezuela, Irán, México, Vietnam y Nicaragua.
Han pasado cinco años, y aunque la COVID-19 pudo habernos dado una lección de solidaridad y empatía, no fue así. Hoy vivimos en un mundo, si cabe, más individualista, donde pensamos más en la guerra entre personas que en la lucha contra el cambio climático, donde actuamos más para destruir que para sanar.
Con la COVID desaparecieron también los abrazos, las miradas a los ojos y las protestas multitudinarias en las calles. Tal vez esta nueva pandemia antidemocrática, bélica y prepotente nos haga despertar.

Sal a la calle, "contagia" las ganas de transformar el mundo a tu familia, vecinos, amistades y todo el que se te ponga por delante, y no dejes de darles muchos abrazos.

JCVV / El internacionalista convencido

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