Las feministas llevan más de 100 años celebrando el 8 de marzo para denunciar la falta de igualdad entre hombres y mujeres y reivindicar los logros conquistados por las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Esta fecha conmemora una larga y tortuosa historia de luchas y sacrificios para alcanzar derechos que, hoy, tal y como están las cosas, debemos visibilizar, valorar y defender.
Recientemente vi una película ambientada en el siglo XIX, que me hizo reflexionar profundamente. La historia mostraba cómo, en la mayoría de las culturas, a los hombres se nos educa en la competencia y en la contención emocional, mientras que a las mujeres se las invita a ser empáticas, alegres y cariñosas. En la película, los hombres luchaban por resolver sus problemas de manera individual, mientras que la protagonista se dedicaba con ahínco a reivindicar sus derechos.
Una Francia donde se prohibía a las mujeres usar pantalones a menos que tuvieran un permiso especial. Aunque esta ley estaba en desuso, no fue oficialmente derogada hasta enero de 2013. Sí, no es un error, hace exactamente doce años.
Podríamos seguir con un sinfín de cifras impactantes que nos pondrían los pelos de punta: los feminicidios, los cuidados no remunerados que recaen mayoritariamente sobre las mujeres, la brecha salarial, la falta de representación en puestos de liderazgo, o el impacto desproporcionado que las guerras tienen sobre mujeres y niñas. Pero estos números los puedes buscar fácilmente en internet.
En cambio, prefiero hablar de algo que nos compete directamente a nosotros, los hombres: nuestro compromiso. ¿Qué podemos hacer si nos implicamos de verdad en alcanzar la igualdad de género? La vida es dar y recibir, y no podemos negar que hemos recibido mucho de muchísimas mujeres. La igualdad de género no es solo un tema de justicia, sino también una necesidad urgente para poder alcanzar un Desarrollo Sostenible y el Bien Común Global.
Si creemos en la transformación social, deberíamos meternos en la piel de las mujeres y enfrentarnos a la discriminación y los estereotipos a los que se enfrentan ellas. Si queremos cambiar las cosas, debemos ser profeministas. El 8 de marzo no se trata de ser protagonistas, sino de ser aliados activos, escuchar, aprender y actuar. Porque la equidad de género, reivindicar los derechos de las mujeres y enfrentarnos a la violencia machista, es también nuestra tarea.
Nos vemos en la calle el 8 de marzo. 💜
JCVV / El Internacionalista convencido

No hay comentarios:
Publicar un comentario