miércoles, 23 de julio de 2025

ALLÍ DONDE DEBERÍA SONAR EL MAR, RESUENA LA GUERRA

 


Donde debería sonar el mar y el juego de las niñas y los niños, suena, por el contrario, el zumbido de los drones, las detonaciones de la artillería, los aviones de guerra, las cadenas de los tanques y las excavadoras que devoran lo que comenzaron las bombas.

 Gaza tiene —o más bien tenía— 25 municipios, igual que el área metropolitana de Bilbao, aunque en kilómetros cuadrados es mucho más pequeña, pero mucho más densamente poblada. Y, a diferencia de nuestras ciudades, allí no hay ningún lugar seguro para la sociedad civil. Ya se contabilizan más de 59.000 personas asesinadas, la mayoría menores y mujeres; unas muertas por las armas, y otras por el hambre, utilizada también por el ejército israelí como arma letal. Según la ONU y el Ministerio de Salud de Gaza, más de 75.000 personas han resultado heridas desde el inicio del conflicto, y se estima que entre un 10 % y un 20 % de ellas han sufrido amputaciones o lesiones irreversibles.

 Israel, un Estado nuclear y armado hasta los dientes, podía haber arrasado Gaza en un solo día. Seguro que a Netanyahu y compañía no les faltaron ganas. ¿Qué tipo de cuentos les contará este señor a sus nietos? ¿Qué cosas se le pasarán por la cabeza cuando le llegue la hora de quedar arrinconado por la vida?

 Pero Israel no podía destruirlo todo de golpe: tenía que hacerlo lentamente, para no correr el riesgo de despertar a la opinión pública —domesticada o distraída— de sus aliados europeos y norteamericanos. Porque Israel es Occidente, y Occidente no podía asistir al genocidio de forma descarada.

 Había que cocinar Gaza a fuego lento y letal, como lo están haciendo en Cisjordania, donde Israel sigue apropiándose de tierras palestinas y beduinas, apoyando a los al menos 600.000 colonos que viven en la Cisjordania ocupada, incluida Jerusalén Este. Al menos 39 comunidades palestinas y beduinas han sido borradas del mapa por extremistas israelíes durante el genocidio en Gaza.

 En una reunión con legisladores del partido Likud, el primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó: “Quien quiera frustrar el establecimiento de un Estado palestino tiene que apoyar a Hamás”, y añadió: “Esto es parte de nuestra estrategia: aislar a los palestinos en Gaza de los palestinos en Cisjordania”.

 Europa sabe perfectamente que Israel, desde su nacimiento como Estado, tiene la pretensión de quedarse con todo el territorio que antes de 1948 era completamente palestino. Esto lo sabe todo el mundo, aunque de vez en cuando se emitan declaraciones, como la del pasado 21 de julio, cuando 25 países —algunos europeos— “exigieron” un alto el fuego inmediato en Gaza y reclamaron a Israel que cumpla con el derecho internacional humanitario. También aquí, en el Parlamento Vasco, se condenó en junio de 2025, por amplia mayoría, el genocidio en Gaza; se exigió un alto el fuego inmediato y se reconoció el derecho del pueblo palestino a un Estado libre y soberano.

 Pero la realidad es que, desde que se aprobó esa resolución, han muerto al menos 9.000 personas más. Y aun así, los 27 países de la Unión Europea no logran consensuar ninguna sanción contra Israel, pese a que este país genocida viola sistemáticamente sus obligaciones en materia de derechos humanos y el acuerdo de asociación bilateral que mantiene con la UE. Según Eurostat, la Unión Europea fue el mayor socio comercial de Israel en 2024, representando aproximadamente el 32 % de su comercio total de bienes.

 Los políticos europeos están cavando la tumba de su dignidad, en lugar de enterrar su hipocresía. Y la extrema derecha sabrá aprovecharlo. La opinión pública debe reaccionar: en Gaza nos estamos jugando la honestidad humana. No es solo que nuestros hijos vayan a vivir peor que sus padres, es que les vamos a dejar un mundo tan inestable y cruel que les dará vergüenza considerarse seres humanos.

 Hay muchas cosas que se pueden hacer. Desde el boicot a los productos de Israel —para ello puedes utilizar No Thanks, una aplicación móvil diseñada para identificar productos que deben evitarse por su relación directa o indirecta con Israel—, hasta una pausa digital diaria de 30 minutos, de 21:00 h a 21:30 h, en la que teléfonos y ordenadores permanezcan apagados por Palestina.

 Y, por supuesto, habla de estos temas con todas las personas que puedas. No dejes de exigir a la política su responsabilidad en el bien común global y acude a todas las concentraciones que puedas para denunciar el genocidio en Palestina.

 Y cuando te canses de pedir justicia, pide un abrazo. O ven junto al mar, cierra los ojos y déjate llevar por su murmullo. Aprovecha que, de momento, aquí no hay sonidos de guerra para coger fuerzas y seguir luchando por un mundo mejor.


JCVV / El Internacionalista convencido 


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