Donde debería sonar el mar y el juego de las niñas y los
niños, suena, por el contrario, el zumbido de los drones, las detonaciones de
la artillería, los aviones de guerra, las cadenas de los tanques y las
excavadoras que devoran lo que comenzaron las bombas.
Gaza tiene —o más bien tenía— 25 municipios, igual que el
área metropolitana de Bilbao, aunque en kilómetros cuadrados es mucho más
pequeña, pero mucho más densamente poblada. Y, a diferencia de nuestras
ciudades, allí no hay ningún lugar seguro para la sociedad civil. Ya se
contabilizan más de 59.000 personas asesinadas, la mayoría menores y mujeres;
unas muertas por las armas, y otras por el hambre, utilizada también por el
ejército israelí como arma letal. Según la ONU y el Ministerio de Salud de Gaza,
más de 75.000 personas han resultado heridas desde el inicio del conflicto, y
se estima que entre un 10 % y un 20 % de ellas han sufrido amputaciones o
lesiones irreversibles.
Israel, un Estado nuclear y armado hasta los dientes, podía
haber arrasado Gaza en un solo día. Seguro que a Netanyahu y compañía no les
faltaron ganas. ¿Qué tipo de cuentos les contará este señor a sus nietos? ¿Qué
cosas se le pasarán por la cabeza cuando le llegue la hora de quedar
arrinconado por la vida?
Pero Israel no podía destruirlo todo de golpe: tenía que
hacerlo lentamente, para no correr el riesgo de despertar a la opinión pública
—domesticada o distraída— de sus aliados europeos y norteamericanos. Porque
Israel es Occidente, y Occidente no podía asistir al genocidio de forma
descarada.
Había que cocinar Gaza a fuego lento y letal, como lo están
haciendo en Cisjordania, donde Israel sigue apropiándose de tierras palestinas
y beduinas, apoyando a los al menos 600.000 colonos que viven en la Cisjordania
ocupada, incluida Jerusalén Este. Al menos 39 comunidades palestinas y beduinas
han sido borradas del mapa por extremistas israelíes durante el genocidio en
Gaza.
En una reunión con legisladores del partido Likud, el primer
ministro Benjamin Netanyahu afirmó: “Quien quiera frustrar el establecimiento
de un Estado palestino tiene que apoyar a Hamás”, y añadió: “Esto es parte de
nuestra estrategia: aislar a los palestinos en Gaza de los palestinos en
Cisjordania”.
Europa sabe perfectamente que Israel, desde su nacimiento
como Estado, tiene la pretensión de quedarse con todo el territorio que antes
de 1948 era completamente palestino. Esto lo sabe todo el mundo, aunque de vez
en cuando se emitan declaraciones, como la del pasado 21 de julio, cuando 25
países —algunos europeos— “exigieron” un alto el fuego inmediato en Gaza y
reclamaron a Israel que cumpla con el derecho internacional humanitario.
También aquí, en el Parlamento Vasco, se condenó en junio de 2025, por amplia
mayoría, el genocidio en Gaza; se exigió un alto el fuego inmediato y se
reconoció el derecho del pueblo palestino a un Estado libre y soberano.
Pero la realidad es que, desde que se aprobó esa resolución,
han muerto al menos 9.000 personas más. Y aun así, los 27 países de la Unión
Europea no logran consensuar ninguna sanción contra Israel, pese a que este
país genocida viola sistemáticamente sus obligaciones en materia de derechos
humanos y el acuerdo de asociación bilateral que mantiene con la UE. Según
Eurostat, la Unión Europea fue el mayor socio comercial de Israel en 2024,
representando aproximadamente el 32 % de su comercio total de bienes.
Los políticos europeos están cavando la tumba de su
dignidad, en lugar de enterrar su hipocresía. Y la extrema derecha sabrá
aprovecharlo. La opinión pública debe reaccionar: en Gaza nos estamos jugando
la honestidad humana. No es solo que nuestros hijos vayan a vivir peor que sus
padres, es que les vamos a dejar un mundo tan inestable y cruel que les dará
vergüenza considerarse seres humanos.
Hay muchas cosas que se pueden hacer. Desde el boicot a los
productos de Israel —para ello puedes utilizar No Thanks, una aplicación móvil
diseñada para identificar productos que deben evitarse por su relación directa
o indirecta con Israel—, hasta una pausa digital diaria de 30 minutos, de 21:00
h a 21:30 h, en la que teléfonos y ordenadores permanezcan apagados por
Palestina.
Y, por supuesto, habla de estos temas con todas las personas
que puedas. No dejes de exigir a la política su responsabilidad en el bien
común global y acude a todas las concentraciones que puedas para denunciar el
genocidio en Palestina.
Y cuando te canses de pedir justicia, pide un abrazo. O ven
junto al mar, cierra los ojos y déjate llevar por su murmullo. Aprovecha que,
de momento, aquí no hay sonidos de guerra para coger fuerzas y seguir luchando
por un mundo mejor.
JCVV / El Internacionalista convencido
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