El principal socio comercial de Europa, Estados Unidos, a demostrado con creces que no es precisamente un aliado fiable.
Desde la llegada de Donald Trump, EE. UU. ha amenazado a sus "amigos" con doblar los aranceles si no se alcanzaban acuerdos comerciales favorables a sus intereses.
El nuevo acuerdo comercial firmado en julio de 2025 establece un arancel general del 15 % para la mayoría de bienes europeos. En el caso del sector de la automoción, se reduce del 25 % al 15 %, pero los aranceles al acero y al aluminio se mantienen, por ahora, en el 50 %.
En el caso vasco, este nuevo acuerdo supondrá un coste anual de aproximadamente 350 millones de euros en exportaciones hacia EE. UU.
Además, la Unión Europea se ha comprometido a invertir 600.000 millones de euros en Estados Unidos. Una de las exigencias de Trump ha sido la venta de energía a Europa por un valor de 750.000 millones de euros. Si tenemos en cuenta el aumento del gasto militar en Europa, no sorprende que también se haya asumido un compromiso de compra de armas, aunque no se han hecho públicas las cifras. A esto hay que añadir el aporte del 5 % del PIB a la OTAN —organización que sigue bajo el mando militar estadounidense—, así como el gasto militar europeo en Ucrania, donde habrá misiles Patriot y otras armas norteamericanas… pero pagadas por Europa.
La verdad es que no se puede esperar mucho de un país que acaba de aprobar una ley para reducir los impuestos a los más ricos mientras recorta los programas sociales.
Un país que, en vez de culpar al neoliberalismo egoísta y depredador, responsabiliza de sus males a las personas migrantes que lo han hecho crecer como nación, y que ahora son perseguidas y tratadas como delincuentes.
Europa debería buscar nuevas amistades.
Y una nueva forma de entender el desarrollo:
— preocupándose, por ejemplo, del acceso a la vivienda para la juventud y para otras personas en situación de necesidad;
— garantizando trabajo digno para todas las personas;
— asumiendo la responsabilidad colectiva de los cuidados, que siguen recayendo sobre las mujeres;
— y asegurando una vejez digna para las personas mayores, que en demasiadas ocasiones acaban desatendidas o encerradas en residencias grises de cemento, donde suelen faltar el cine, el teatro, la cultura en general, y sobre todo, los espacios verdes. Por poner algunos ejemplos.
Ojalá que en el camino del desarrollo nos crucemos con amistades que se empeñen en construir un Desarrollo Humano, Equitativo y Sostenible.
Y no más acuerdos comerciales que solo enriquecen a los de siempre.
Habrá que buscar nuevas amistades. De esas que no exigen homenajes ni pleitesía cada vez que abren la boca.
JCVV / El Internacionalista convencido

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