En las cruzadas, algunos de los que decían llamarse
cristianos decapitaban a los turcos y clavaban sus cabezas en una pica,
señalándolos como culpables de todo lo malo habido y por haber. De ahí viene la
expresión "cabeza de turco", que aún usamos cuando alguien carga con
culpas ajenas. Hoy, en la crisis de Occidente, son las personas migrantes.
La migración ha sido clave para el desarrollo económico de
Estados Unidos y Europa, pero ahora se persigue a quienes llegan: en EE. UU. se
les envía sin garantías a cárceles en El Salvador, o se les encierra en
prisiones de alta seguridad o en centros como el "Alligator Alcatraz"
en Florida, convertido en espectáculo hollywoodiense. Europa no se queda atrás:
externaliza sus fronteras, traslada migrantes a terceros países o crea centros
de detención en Albania o Libia, gestionados por milicias cómplices de la UE.
En España, la reforma de la Ley de Extranjería permite
repartir menores migrantes no acompañados entre comunidades, pero incluso eso
genera resistencia en algunos partidos. La extrema derecha promueve
directamente la expulsión de millones de personas. Es como si Occidente se
preparara para un futuro sin migrantes: sociedades envejecidas donde la IA y la
robótica sustituyan el trabajo humano. Tecnología que no hace huelga, no cotiza
a la seguridad social y, lo más conveniente para el sistema, no vota.
Mientras tanto, crecen los discursos de odio, y ejemplos
como los disturbios racistas en Torre Pacheco lo demuestran. La xenofobia
también se alimenta de políticas estatales: Frontex ha compartido con Europol
información indiscriminada sobre migrantes, activistas y ONG, criminalizando la
solidaridad.
Frente al tópico que relaciona migración e inseguridad, el
Ministerio del Interior confirma que la criminalidad general ha descendido. La
realidad es otra: en Euskadi, el 13% de la población es de origen extranjero.
Sin ellas, seríamos casi 300.000 personas menos, un 10% menos de cotizantes y
una sociedad aún más envejecida.
Europa olvida su pasado esclavista y colonial, que
enriqueció al continente a costa de prácticamente todas las regiones del mundo.
Hoy, África es el territorio más joven y con más recursos estratégicos; América
Latina rebosa potencial; Asia sigue siendo la gran fábrica global. Y, pese a
todo, se criminaliza a quienes migran. Pero nadie cruza mares o desiertos por
gusto, sino por necesidad.
Occidente mira al Sur Global como un espacio a explotar, no
como un socio para el bien común global. Se apuesta por el rearme y el negocio
militar mientras se incumple el compromiso del 0,7% del PIB para cooperación
(propuesto en 1970). La Agenda 2030, que busca un futuro más sostenible para
todas las personas y el planeta, está a cinco años de vencer, y seguimos sin
soluciones reales a las causas de la migración.
A pesar de que en España el 25% de la población es de origen
extranjero, la presencia de personas racializadas en el mundo de la
comunicación es mínima, reflejo de las desigualdades estructurales. Esto limita
la diversidad de testimonios y perspectivas en la información que recibimos,
perpetúa estereotipos y restringe el acceso a los medios de comunicación y, por
tanto, las oportunidades laborales para las personas racializadas.
Probablemente, debido en parte a esto, en Euskadi, según el
Observatorio Vasco de Inmigración Ikuspegi, la ciudadanía vasca percibe que hay
más personas migrantes de las que realmente hay: el peso real es del 12,4%,
pero la percepción es del 21,4%. También aquí se han disparado los delitos de
odio: en 2024 se registraron 231, siendo las personas de origen magrebí quienes
más los sufren.
El 13,2% de la población de Euskadi es de origen extranjero.
Sin migración, seríamos un 86,8% de la población actual, casi 300.000 personas
menos. Tendríamos un 10% menos de cotizantes a la Seguridad Social, y sectores
como la hostelería o los cuidados estarían en riesgo de colapso. Sin migración,
la demografía vasca estaría estancada y envejecida.
Tanto en el Parlamento Europeo como en el ámbito nacional,
regional y local, la participación política de las personas migrantes es
limitada. La representación política en el Parlamento es baja, con un
porcentaje muy inferior al de su presencia en la sociedad, lo que refleja un
desequilibrio significativo a la hora de atender sus necesidades.
La barbarie no entiende de banderas ni patriotismos: solo
deja dolor y sufrimiento. Por eso necesitamos fortalecer una gobernanza global
justa y apoyar iniciativas como la red ZAS! en Euskadi, que combate el racismo
y fomenta la convivencia.
Antes de opinar sobre migración, es fundamental reflexionar
sobre el pasado colonial occidental en el Sur Global y el impacto que aún
perdura en la política, la economía, la cultura y el medio ambiente de estas
regiones. Sin esta mirada, nos costará entender la realidad actual.
El mundo será inestable mientras existan las desigualdades
económicas y sociales. Sin justicia no habrá paz; y sin igualdad de género, no
habrá desarrollo.
Por desgracia, la brecha de la desigualdad sigue aumentando,
tanto a nivel global como en países individuales. Cada vez más la riqueza se
concentra en unos pocos, mientras millones de personas enfrentan a diario
pobreza, exclusión social o guerra.
No dejes que esto ocurra: activa tu parte más humana. No
permitamos que el odio, la desigualdad y la falta de equidad sean quienes
marquen nuestro futuro.
Pongamos en marcha espacios físicos de convivencia
intercultural en los barrios, pueblos y ciudades. Esto no solo nos ayudará a
prevenir la discriminación y la xenofobia, sino que también nos hará disfrutar
más de nuestro entorno, del vecindario, de la cultura y de toda su diversidad.
JCVV / El Internacionalista convencido