domingo, 13 de julio de 2025

QUIEN CONTROLA LAS REGLAS DEL JUEGO, CONTROLA LA PARTIDA



Trump eleva la presión sobre una Unión Europea sumisa y pasiva con una nueva amenaza de aranceles del 30 %. Los intereses norte-occidentales nunca han olvidado sus aspiraciones coloniales de grandeza y, para no perderlas del todo, están dispuestos a asumir todas las exigencias de EE.UU.: aranceles, aumento del gasto militar hasta el 5 % del PIB bajo el paraguas de la OTAN, incremento de la ayuda militar a Ucrania y participación en su futura reconstrucción. Todo ello con el objetivo de debilitar para siempre a una Rusia aislada, conservadora y enquistada en sí misma; y de paso, frenar a China, que comparte con Rusia una extensa frontera de más de 4.200 kilómetros. Por el sur, EE.UU. ya ha activado medidas de contención junto a Australia, Japón, Corea del Sur y Filipinas.


El temor al gigante asiático también explica la creciente presión sobre África, combinando el endeudamiento externo con un recorte brutal de la ayuda de la Agencia de Desarrollo Norteamericana (USAID), que ha reducido su presupuesto para el continente en un 83 %. Esto ha supuesto una drástica disminución de programas de salud fundamentales, particularmente en la lucha contra la malaria y el VIH, en países como Nigeria, República Democrática del Congo, Senegal y Etiopía. Los recortes de la USAID podrían provocar más de 14 millones de muertes hasta 2030.


A esto se suma el control sobre las políticas progresistas en América Latina, donde varios líderes están siendo perseguidos o encarcelados.

Y, por supuesto, la estrategia permanente de mantener un Oriente Medio desarticulado o débil: Palestina, Siria, Líbano, Irán e incluso un Afganistán sumido en la Edad Media en pleno Asia Central. 


Una estrategia que, en su día, ya sirvió con la creación del Estado de Israel para frenar el naciente panarabismo y que hoy sigue operando como válvula de contención frente a la locomotora científica, comercial, tecnológica y, pronto también, militar: China.


Europa, un crisol político y cultural de intereses diversos, no tiene más remedio que seguir humillándose ante EE.UU., tras no haber hecho sus deberes en materia tecnológica, industrial, alimentaria y comercial. Mientras tanto, la clase política lleva años preparando a la opinión pública con el "kit de supervivencia" y el cuento de "vienen los rusos", esa vieja historia roja que nos contaban de niños, todo para justificar el aumento del gasto militar, y la subvención encubierta de una industria y políticas odsoletas. Pero en realidad, los ataques arancelarios, la inceridumbre y la dependencia nos llegan desde el Oeste americano.


En lugar de impulsar un multilateralismo real que debería renovarse en el 80º aniversario de unas Naciones Unidas reformadas —liberadas, entre otras cosas, de un Consejo de Seguridad controlado por las grandes potencias militares—, Europa sigue perdiendo el rumbo.

Europa debería ser más social, innovadora y capaz de dialogar con respeto con un Sur Global que en gran medida sufrió su esclavitud y su colonialismo. Debería sentarse a dialogar en igualdad con el bloque BRICS+, foro internacional de países emergentes que se ha constituido en alternativa al G7 liderado por los países del Norte.


Es de destacar que Trump ha impuesto un arancel del 50 % a Brasil. La excusa es el juicio al ultraderechista Jair Bolsonaro por su presunta implicación en el golpe de Estado fallido de 2023, pero en realidad lo que buscan es incidir en las elecciones generales de 2026 y castigar al presidente Lula, uno de los líderes y fundadores de los BRICS. El año pasado Estados Unidos  tuvo un superávit comercial de 6.800 millones de dólares con Brasil.


Por cierto, el G7 ha acordado eximir a las grandes multinacionales estadounidenses del impuesto mínimo global del 15 %, al tiempo que recorta las ayudas al desarrollo a nivel mundial. Acuerdos que benefician a un país que acaba de aprobar una ley fiscal que baja los impuestos a los más enriquecidos  y recortar los servicios sociales a los más empobrecidos.


Europa debería también rechazar la externalización de deportaciones de personas migrantes a terceros países —como hace EE.UU.— ignorando la riqueza y el trabajo que estas personas ya aportan a nuestras sociedades y economías. Pero claro, esos futuros ciudadanos podrían votar algún día, desafiando el poder de quienes desean mantener la supremacía blanca.


Europa debería tener el coraje de decirle a EE.UU. que basta ya de asfixiar a los pueblos del Sur Global, y en especial al pueblo cubano, bloqueado desde hace más de 60 años, al que las nuevas restricciones al turismo y las trabas a la inversión extranjera continúan estrangulando. Y, por supuesto, debería exigir el fin del genocidio en Gaza, donde Israel y la administración Trump han diseñado un plan de 2.000 millones de dólares para construir las llamadas "áreas de tránsito humanitario": futuros campos de concentración donde se pretende controlar a unos 600.000 gazatíes. Así no tendrán que "cazarlos" en las colas del hambre, donde, según Naciones Unidas, ya han sido asesinadas más de 500 personas en el marco de este entramado de distribución de alimentos fuera del sistema internacional.


Mientras tanto, circula en voz baja la intención de convertir Gaza en un futuro resort de lujo, aunque ningún hotel ni campo de golf podrá borrar de la historia el genocidio que ha provocado más de 58.000 asesinatos desde octubre de 2023.


Europa está perdiendo la oportunidad de construir un futuro diferente: más humano, más igualitario y más respetuoso con el medio ambiente.
Su ciudadanía también está renunciando al derecho de exigir ese cambio ético imprescindible. Si callamos ante tanta brutalidad, mañana no podremos reprocharnos otra cosa que no haber hecho nada. O peor aún: mañana no sabremos quién nos gobierna. Y los riesgos son enormes: un mundo más conservador y clasista, más extremista, o —lo que es peor— gobernado por algoritmos e inteligencias artificiales al servicio de las grandes fortunas, que logren neutralizar los pensamientos y las acciones más críticas.


El tiempo no puede perderse en conversaciones zarandeadas por la fogosidad o el viento. Necesitamos hechos, acciones organizadas y estrategias que nos permitan domar la avidez y la estupidez humana. Europa, su ciudadanía y sus políticas deben defender la ética y la coherencia. Si no lo hacemos, pasaremos a la historia de manera triste y vergonzosa.


JCVV El Internacionalista convencido

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Trumpismo: cuando el imperio contraataca

    El trumpismo: la nueva revolución del capital Cuando el material ardiente del magma presiona hacia arriba, las placas tectónicas se desp...