viernes, 21 de noviembre de 2025

“Impunidad, espectáculo y desconfianza ciudadana”

 

En la actualidad me siento como cuando, descubrías que quienes traían los regalos en Navidad eran tus padres: aunque ya lo intuías, seguía siendo un mazazo, un tremendo golpe de realidad que parece haberse instalado en el debate público español.

Algo parecido estamos viviendo estos días en el ámbito nacional, cuando aparecen noticias tan inexplicables como la del ya expresidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, del Partido Popular, que se ha ido de rositas después de 365 días sin explicar por qué no atendió las llamadas durante la DANA en Valencia ni activó la alerta. Las asociaciones de víctimas llevan un año exigiendo respuestas por la gestión negligente de una catástrofe climática que se llevó la vida de 229 personas. Mazón, sin embargo, se marcha sin aclarar nada ni asumir ninguna responsabilidad.

El caso andaluz tampoco tiene desperdicio. La Asociación de Mujeres con Cáncer de Mama (AMAMA) ha destapado fallos graves en el cribado que afectan a 4.000 mujeres, en una comunidad también gobernada por el Partido Popular. La salud, una vez más, aparece atravesada por gestión deficiente y silencio institucional y la sombra de las privatizaciones.

Coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte del golpista y  dictador Francisco Franco, otro golpe sacude la política española: la condena al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, mientras el caso que involucraba a Alberto González Amador —pareja de Isabel Díaz Ayuso— revelaba un fraude fiscal de 350.951 euros mediante facturas falsas y sociedades pantalla. La paradoja es evidente: el acusado de fraude sale reforzado; quien debía investigar, condenado sin pruebas directas concluyentes.

Este trato por parte de una parte de la justicia española y ciertos medios no es nuevo: se vio durante el procés en Cataluña, en el acoso al partido Podemos, a Begoña Gómez —mujer de Pedro Sánchez— y en el bloqueo constante del PP a la renovación del sistema judicial. O  el caso de Pablo Hasél que está cumpliendo condena  desde 2021  por sus canciones y tuits, mientras el rey emérito, investigado en Suiza y España por corrupción, vive en un exilio dorado y se permite el lujo de venir a navegar plácidamente a Galicia sin dar explicaciones y lo hace además en jet privados que cuestan unos  euros 6.000 euros a la hora. El Tribunal Supremo, recordemos, cerró toda vía para investigarlo por evasión fiscal.

En paralelo, afloran acusaciones del Partido Popular  intentando vincular al Partido nacionalista Vasco PNV a la trama relacionada con Santos Cerdán y José Luis Ábalos vinculados al partido socialista. El ruido aumenta y  clima se vuelve rancio. La política parece cada vez menos un espacio de debate democrático y más un escenario de espectáculo permanente.

En estas circunstancias surgen preguntas inevitables:

¿A quién le interesa qué el Parlamento sea un circo mediático?

¿Por qué no somos iguales ante la justicia?

¿Quién gana con una ciudadanía frustrada, cansada y desconfiada?

Porque lo que se está erosionando —día tras día— es la confianza en la política y en la justicia. Y sabemos bien lo que ocurre cuando esa confianza se pierde: la democracia se vuelve decorativa.

El espectáculo también es internacional: entre amenazas, negocios y barbarie

El desorden no es solo en el estado español. En el ámbito internacional, el espectáculo es igual o mayor. Estados Unidos continúa realizando ejecuciones extrajudiciales cerca de Venezuela y Colombia y amenaza a México. Donald Trump interviene en elecciones ajenas, apoyando a Javier Milei en Argentina y chantajeando públicamente a España por no aumentar el gasto militar al 5 % de la OTAN.

En noviembre, Trump justificó públicamente al príncipe saudí Mohamed Bin Salmán por el asesinato de Jamal Khashoggi, pese a que la CIA lo señaló como responsable directo. Después amenazó a la periodista que se atrevió a preguntar. Y mientras tanto, Arabia Saudí anuncia que incrementará a un billón de dólares sus inversiones en Estados Unidos, justo después de asegurar un pacto de protección militar.

Por si fuera poco, la Fiscalía italiana investiga las supuestas “cacerías humanas” organizadas por “millonarios” durante el asedio de Sarajevo (1992/96). Si se confirman, estaríamos ante uno de los episodios más repugnantes jamás documentados y habría que preguntarse poqué se ha guardado silencio.

Un mundo de sombras donde todo parece normal

En este contexto, casi nadie habla ya de clases sociales. El consumo nos adormece, y mientras algunos viven muy bien y otros sobreviven como pueden, millones —en Sudán, Palestina, Ucrania y en tantos rincones del Sur Global— mueren para que unos pocos se sigan enriqueciendo.

Europa envejecida y perdida, por su parte, ve retroceder tanto el sistema democrático como el Estado del bienestar, pero es incapaz de llamar a las cosas por su nombre: si la ciudadanía empieza a dudar de si vive realmente en un Estado de derecho, o si este es un privilegio reservado para una minoría enriquecida con poder mediático, económico y militar, la bomba de relojería está activada.

Solo queda saber cuándo estallará.

JCVV - El Internacionalista convencido

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