miércoles, 2 de abril de 2025

LA BUENA POLITICA ES HACER CREER A LA GENTE QUE ES LIBRE. (Napoleón Bonaparte)

 "La buena política es hacer creer a la gente que es libre". (Napoleón Bonaparte)


Y me pregunto yo: ¿con qué legitimidad el presidente francés Emmanuel Macron—reelegido en 2022 con un menguante 58,54 % en segunda vuelta y una abstención histórica del 28,2 %, la más alta en más de medio siglo—se erige como supuesto líder de Europa? ¿Y su nuevo aliado, el laborista británico Keir Starmer, gobernante de un país que mostró desprecio hacia Europa con un Brexit respaldado por el 52 % de la población?

El neoliberal Macron, que gobierna sin mayoría absoluta (su coalición "Ensemble" obtuvo apenas 250 de los 577 escaños en 2022), busca exhibir ardor guerrero para recuperar visibilidad, mientras su popularidad se desploma tan rápido como aumenta la deuda pública francesa, alcanzando el 112,9 % del PIB en 2024. Además, enfrenta un creciente rechazo de varias de sus excolonias africanas, lo que implicaría elevados costes económicos y geopolíticos en medio de un déficit fiscal desenfrenado del 5,5 %. Sin olvidar que Francia lleva años sufriendo protestas masivas y huelgas que reflejan un profundo malestar social, desde los chalecos amarillos en 2018 hasta las 800.000 personas movilizadas contra la reforma de pensiones en 2023.

Por su parte, el primer ministro británico Keir Starmer enfrenta igualmente un profundo descontento social por políticas cuestionables de su gobierno. Con un anémico crecimiento económico del 0,8 % en 2024 y un gasto militarista en máximos históricos (2,5 % del PIB), destacando que el Reino Unido anticipa drásticos recortes en el gasto público para sostener ese militarismo.

Ambos dirigentes comprenden que necesitan visibilidad urgente frente al creciente escepticismo hacia los políticos tradicionales y la democracia, particularmente entre la juventud francesa y británica.

Pero, ¿con qué autoridad moral este eje franco-británico—sin mandato popular europeo—amenaza con enviar "voluntarios" militares a Ucrania?

Dan miedo estos aprendices napoleónicos, cargados de testosterona y obsesionados con el belicismo, dispuestos a enviarnos a la guerra para preservar una Europa clasista donde las élites tienen acceso privilegiado a oportunidades y acumulación de patrimonio. No olvidemos que desde principios de siglo la clase media europea viene menguando progresivamente, debido a salarios congelados, precariedad laboral y un constante aumento del costo de vida. En el Reino Unido, esta desigualdad alcanza proporciones dramáticas, siendo una de las mayores brechas de clase en Europa occidental.

¿Qué mundo nos ofrecen, cuando uno de cada cinco franceses vive bajo el umbral de la pobreza y 4,3 millones de británicos dependen de bancos de alimentos?

¿Dónde quedaron el sentido común, la coherencia y la responsabilidad con la humanidad? Macron, un exbanquero sin experiencia militar, y Starmer, un abogado de derechos humanos que hoy posa orgulloso junto a armamento nuclear.

¡Queréis guerra! Pues que cojan el teléfono e inviten al resto de líderes—Trump, Netanyahu, Putin, Zelenski, Von der Leyen, Mark Rutte— a cavar profundas trincheras en la primera línea del frente.

Imaginad los titulares: "Dirigentes mundiales resisten estoicos en el más duro de los combates". Quizás entonces, comprendan, entre explosiones y barro, que su ardor guerrero solo genera caos y que, en este mundo en crisis, conflictos bélicos criminales, desastres climáticos, polarización política y retrocesos democráticos, la única solución viable es el diálogo sincero y una inversión profunda en cultura para conocernos y entendernos mejor.

Tal vez, en esos duros momentos, recuerden que el himno de la Unión Europea proviene del poema "Oda a la Alegría", escrito por Friedrich Schiller en 1785, que habla precisamente de hermandad y humanidad, valores que Beethoven musicalizó de manera magistral.

¿Será que escuchamos demasiados tambores de guerra y poca música clásica?

El internacionalista convencido

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