viernes, 27 de junio de 2025

DEL COLAPSO PARALIZANTE A LA REACCIÓN COLECTIVA

 



DEL COLAPSO PARALIZANTE A LA REACCIÓN COLECTIVA

Cómo recuperar el sentido en sociedades gaseosas

Vivimos en una sociedad en constante movimiento de desconcierto. Durante siglos, la humanidad habitó un mundo sólido, que transmitía cierta seguridad de generación en generación. Con la modernidad, entramos en una etapa líquida: más flexible, pero inestable. Y ahora transitamos lo gaseoso: un tiempo que ocupa todo el espacio, que se expande sin cesar, pero con poca fuerza de atracción entre sus partículas.

 En el Norte global, desde la crisis de 2008 y, sobre todo, tras la pandemia, nos hemos instalado en una emergencia permanente. Las personas sencillas, que viven de su trabajo, nunca han tenido nada asegurado del todo. Pero el Estado de Bienestar creado tras la Segunda Guerra Mundial ofrecía una cierta estabilidad: garantizaba mínimos, generaba bienestar social y contenía posibles estallidos de descontento que pudieran poner en peligro el poder económico reinante. Hoy esas certezas se han desvanecido: el trabajo, la vivienda, la política, el futuro.

 En medio de esta ansiedad y colapso cotidiano, el poder económico ha sabido adaptarse: ya no necesita invertir en un Estado de Bienestar, ni siquiera reprimir. Le basta con mantenernos distraídos y divididos en un mundo virtual y tecnológico.

 En el Imperio romano se necesitaba “pan y circo” para controlar a las masas. Luego llegaron los deportes de masas, más tarde los reality shows. Hoy, todo se ha convertido en espectáculo: la guerra, la cultura, la vida cotidiana. Un espectáculo en el que ya no somos simples espectadores, sino parte de un elenco obligado a figurar y actuar. El espectáculo se ha digitalizado y nos arrastra como protagonistas deseosos de visibilidad. Nuestros smartphones se han convertido en el espejo de la reina de Blancanieves: alimentan nuestro narcisismo y nuestro miedo al anonimato, despertando nuestro ego más oscuro y volviéndonos adictos a la aprobación.

 

Así, mientras soñamos con ser parte del show, perdemos la capacidad de actuar en colectivo.

 Y mientras tanto, todo se fragmenta.

La religión ya no ofrece refugio espiritual.

La política se ha convertido, en muchos casos, en otro reality.

El clima colapsa.

La guerra se vuelve rutina en nuestras pantallas.

 El diagnóstico es claro: el planeta se deteriora, y toda la vida que contiene también. Para remediar esta peligrosa enfermedad de la avidez, necesitamos estrategia. Y crear espacios donde repensar lo común y el lugar que habitamos.

 No es tarea fácil. No hay respuestas mágicas ni inmediatas. Pero podemos comenzar con estas cuatro pistas para reconstruir el camino hacia el bien común global:

1. Reconstruir comunidad

Sin comunidad, no hay sujeto político. Necesitamos recuperar espacios donde compartir ideas y reflexiones que puedan transformarse en acciones. Espacios donde podamos asumir nuestra vulnerabilidad, practicar el apoyo mutuo y la acción conjunta. Lo común debe volver a ser central, no como eslogan, sino como práctica cotidiana que nos permita avanzar como sociedad.

2. Repolitizar la cultura

No basta con entretener. Necesitamos una cultura que nos ayude a sentir, pensar y actuar. Una cultura donde el arte no esté enlatado por el poder económico como una forma de anestesia, sino que sirva como semilla de cambio. Donde estalle nuestra creatividad más inspiradora.

3. Reencarnar la política

La política no puede vivir en la confrontación continua ni estar dominada por discursos de odio, ni acaparada por especialistas. Necesitamos hacer política en los barrios, en las calles, recuperar el tiempo compartido en el ágora. Apostar por una política de la empatía y la solidaridad, ética y coherente con el mundo que habitamos.

4. Reeducar el deseo

Se nos educa en la competencia, el consumo y el éxito. Necesitamos recuperar la enseñanza del saber frente al tener, el deseo de justicia, igualdad, empatía y coherencia. Sin transformación del deseo, no hay transformación del mundo.

Y quizás lo más urgente: volver a tener espacios físicos donde encontrarnos. Ateneos, cafés, plazas, centros sociales. Lugares donde lo disperso pueda condensarse, donde lo gaseoso encuentre contención y se canalice como fuerza motora.

 Podemos inspirarnos en las viejas cafeteras italianas, donde el agua caliente se transforma en vapor y, al pasar por el café molido, libera sus aromas más energéticos. Esa fragancia nos ayuda a comenzar el día con fuerza.

 Hoy, más que nunca, necesitamos esos aromas que despierten un impulso colectivo. Porque el colapso es real. El drama que viven millones de personas también. Pero también lo es la posibilidad de despertar y reorganizarnos por el bien común global.

 

JCVV / El Internacionalista

lunes, 23 de junio de 2025

LA TRAICIÓN COLONIAL EN ORIENTE MEDIO

 



Desde la traición colonial en Oriente Medio hasta Gaza e Irán.


La geopolítica es como el buen vino: necesita tiempo de maduración, una cuidada dedicación, un buen envase que lo proteja y un tapón que impida que entren bacterias no deseadas que afecten al preciado elixir… además de evitar que este salga libremente de la botella.

Desde su creación en 1948, el Estado de Israel ha funcionado como ese tapón que el poder blanco-colonial colocó para obstruir al naciente mundo árabe, muchas veces impulsado por un panarabismo creciente y con el potencial de financiarse gracias al petróleo. Todo ello en un contexto en el que el bloque occidental temía el avance de la URSS.

1. La caída del Imperio Otomano y la traición colonial

A principios del siglo XX, el Sur Global estaba casi totalmente ocupado por las potencias coloniales, salvo el Imperio Otomano, que había durado más de 600 años (1299–1922). Este imperio se extendía por Europa del sureste, Asia Occidental y el norte de África, pero su tamaño lo hacía difícil de administrar, y comenzó su declive en el siglo XVII.

En 1914, el Imperio Otomano se unió a la Triple Alianza (con Alemania y el Imperio Austrohúngaro), entrando en la Primera Guerra Mundial. En 1916, el Jerife de La Meca, Husayn ibn Ali, con apoyo británico, lanzó la “Gran Revuelta Árabe” con la promesa de crear un gran Estado árabe desde Alepo hasta Adén.
Pero esa promesa fue traicionada. El acuerdo secreto Sykes-Picot (1916) repartió el mundo árabe entre Francia y Reino Unido. Luego, la Sociedad de Naciones, dominada por esas potencias, legitimó el reparto. Palestina quedó bajo mandato británico y, en 1917, la Declaración Balfour anunció la creación de un "hogar nacional para el pueblo judío". Comenzó así la colonización sionista, respaldada más tarde por EE.UU. y sus aliados.

En 1947, la ONU aprobó el Plan de Partición de Palestina. Los pueblos árabes lo rechazaron. Al declarar su independencia en 1948, Israel no solo se consolidó, sino que amplió su territorio más allá de lo aprobado por la ONU.

2. El control del petróleo

El petróleo fue clave para la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en un recurso estratégico. EE.UU. desplazó a Francia y Reino Unido como potencia dominante en Oriente Medio, pero sin ocupar directamente: creó Estados títeres, bases militares (hoy unas 30 en la región), y ejerció control económico. Las antiguas potencias coloniales se subordinaban ahora al nuevo poder estadounidense.

3. Frenar el panarabismo y el panafricanismo

El bloque occidental liderado por EE.UU. se propuso desarticular cualquier intento de unidad árabe o africana. Explotó divisiones internas (suníes/chiíes, étnicas, tribales) y respaldó regímenes autoritarios prooccidentales como el del sha de Irán o las monarquías del Golfo.

Entre los 50 y 80, Oriente Medio y África vivieron la descolonización, la Guerra Fría y las guerras árabe-israelíes. Líderes como Nasser, Arafat, Lumumba, Sankara, Machel o Cabral impulsaron soberanía, socialismo y unidad. Occidente respondió con golpes de Estado, asesinatos, bloqueos y apoyo al islamismo político como contrapeso.

4. Israel como tapón geoestratégico

Israel se convirtió en un instrumento geopolítico diseñado para impedir la emancipación del mundo árabe. Se le dotó de capacidad militar, tecnológica y respaldo diplomático. Ha ganado guerras, desarrollado armamento nuclear y es hoy una potencia regional.
Israel no es solo un Estado: es una pieza clave de fragmentación.

5. Crear monstruos útiles

En los 70 y 80, la OLP de Arafat era la principal fuerza palestina. Laica, nacionalista, con legitimidad. Pero incomodaba. En 1987, en plena Primera Intifada, nació Hamas, rama de los Hermanos Musulmanes. Israel facilitó su crecimiento para dividir a los palestinos y debilitar a la OLP.

Lo mismo ocurrió con los muyahidines en Afganistán (contra la URSS), los talibanes o Saddam (usado contra Irán). Una y otra vez se crean “monstruos útiles” que luego se usan como pretexto para intervenir.

6. Oslo y el intento de los dos Estados

En 1993, los Acuerdos de Oslo reconocieron a la OLP e Israel. Se establecía la Autoridad Nacional Palestina y el camino hacia un Estado. Pero eso implicaba: retirada israelí, Jerusalén Este, y retorno de refugiados.

La derecha israelí, con Netanyahu a la cabeza, se opuso. Rabin fue asesinado en 1995. Arafat murió en 2004 en circunstancias sospechosas. Una autopsia en 2012 detectó polonio-210. El proceso de paz murió con ellos.

7. De la crisis de 2008 a la Primavera Árabe

La crisis financiera de EE.UU. (2008) generó especulación global. Los precios de alimentos básicos se dispararon, afectando a países dependientes del trigo (Egipto, Yemen, Túnez). Hambre, miseria, recortes… y estalló la Primavera Árabe.

Pero el sueño democrático fue desactivado. Siria en guerra, Libia intervenida por la OTAN, Egipto volvió al autoritarismo con apoyo saudí y occidental.

8. Siria: ficha clave que convenía derribar

Siria era parte del "eje de resistencia" junto a Irán, Hezbolá y Hamas. No reconocía a Israel. En 2011, cayó en una guerra civil que debilitó al eje, permitió ataques israelíes sin represalias, y relegó la causa palestina.

9. Gaza, Irán y el presente como consecuencia

Gaza 2023–2024, Irán 2024–2025… no son eventos aislados. Son el resultado de más de un siglo de intervenciones y fragmentación.

La partida comenzó con Sykes-Picot en 1916. Las guerras, fronteras impuestas y ocupaciones han sido jugadas diseñadas para dividir, debilitar y controlar.

Hoy Israel es, además, una herramienta para frenar la Ruta de la Seda china. No es solo aliado de EE.UU.: es su base avanzada estratégica.

10. ¿Y Europa?

Europa no es neutral. Está subordinada a EE.UU. Tiene un comercio con Israel de más de 45.000 millones de euros, incluyendo 13.000 en armas. Calla ante el genocidio porque se beneficia del conflicto.

11. ¿Y ahora?

Hoy le toca a Irán. Ayer fue Gaza. Mañana será otro país.

EE.UU. ha decidido romper el tablero global con guerras, sanciones, aranceles, espectáculos mediáticos o crisis migratorias para mantener su hegemonía.

Pero ya no está solo. China es su gran rival. El mundo está cambiando.

Epílogo: ¿Y si jugamos otra partida?
Es urgente cuestionar el orden global.
Pensar nuevas alianzas, nuevas estrategias.
Imaginar unas Naciones Unidas sin privilegios para las potencias militares.
Salir a la calle, tomar la palabra, ocupar los parlamentos con gente íntegra.
Porque no se puede hablar de paz ni de derechos humanos si el mundo sigue gobernado por locos ávidos de poder, dispuestos a asesinar por mantenerlo, y sin un gramo de ética.
Descorchemos las botellas que hagan falta.
Dejemos libres los aromas.
Y brindemos por el bien común global y por todo el planeta.

J.C VV - El Internacionalista convencido

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